domingo, 11 de julio de 2010

200 x 200 (200 años de mucho y nada)


Amplias avenidas, calles angostas. Barro, charcos y pozos. Otra vez el barro. Asfalto y empedrado, adoquines, baldosas. Los faroles que alumbran las plazas. El humo y una fina luz de vela. Casas amplias, repletas o vacías, casas tomadas. Muertos bajo la cama, las costas o ningún cementerio.

Montañas de palabras. Libros sin nada. Cruzar los Andes o pintar una casa de color rosa. Voces secuestradas y gritos de silencio. Democracias, dictaduras. Cirujanos de las letras y escritores de los cuerpos. Inventores, inventados e inventarios.

Cantores de la noche, maestros de las calles. Pasiones, dolor y risa. Aire frío y lluvia, llanto de madre. Grito de auxilio, manotazo de ahogado. ¿Coronaciones o destronamientos?.

Tu vida o la mía: las dos juntas. Civilización y barbarie. Construcción y derrumbe. Ford, Chevrolet, Boca y River. Grandes dicotomías.

Sierras, mar, montañas y ríos. Desierto. Bandoneones que resoplan con rasguitos de guitarra. Chacarera, zamba, bombo legüero. “Entre a mi pago sin golpear”, Industria Argentina. Escenarios y patios. Viajes en colectivo, subte, tranvía. Birome, plumas y armas. Fantasía y realidad. ¿Duendes altos?.

Miedos con fobias y más miedos. Las carcajadas al azar. Hoteles, conventillos, casas: espacios vivientes. Platos rotos, cucharas vacías, sueños eternos. Pájaros que cantan, fantasmas que callan. Nuevamente barro, charcos y pozos. Al lado el asfalto.

Aristocracia popular. Collage de papel glasé en colores. Blanco y negro. Pañuelos al viento, rotas las cadenas. Alas abiertas. Venas abiertas.

Cimientos de adobe y paja. Chacarera de mi rancho. Nativos, criollos o mestizos: al gran pueblo, Salud!

Con risas y llantos, barro y asfalto, rock, chamamé y tango. Triunfos y derrotas, noches y días.

Niños con conquistas y viejos conquistados, ¡jurando con gloria vivir!.

martes, 27 de abril de 2010

Qué caro es el tiempo


Hoy miro vuestras caras,
veo que la vida pasa.
Recuerdos que en palabras acompañan,
nos atrapan.
Fue como nuestra casa,
tantas tardes en esa plaza.
Pasamos mil historias,
siempre juntos y hasta ahora.

Y qué caro es el tiempo,
que me pone contra la pared.
Y si digo que miento
me estaré escondiendo otra vez.
Perdona si digo que
quiero seguir siendo lo de ayer,
un niño sin miedo que regala su cariño,
y no sabe por qué.

Recuerdo de esas caras,
todo llega, todo pasa.
Y veo aquellas fotos del verano,
de la playa.
Secretos que uno guarda de esa chica
que aun te encanta.
Canciones que te atrapan,
que recuerdan, que acompañan.

Y qué caro es el tiempo,
que me pone contra la pared.
Y si digo que miento
me estaré escondiendo otra vez.
Perdona si digo que
quiero seguir siendo lo de ayer,
un niño sin miedo que regala su cariño,
y no sabe por qué.
No sabe por qué.

Perdona si digo que
quiero seguir siendo lo de ayer,
un niño sin miedo que regala su cariño,
y no sabe por qué.


Dedicado estas dos personas que recorren su camino junto al mío desde hace ya un buen tiempo...por todo lo que eso significa, Muchas Gracias!

jueves, 8 de abril de 2010

El auto de madera


- Muchas gracias por venir. Esto es todo por hoy. Ya se puede retirar- me dijeron.

Y salí, vagabundeando por el corredor, distante de todo. Al cabo de un rato llegué a casa. Desde la puerta ya se degustaba esa fragancia a frambuesas que había en el interior.

- Julio, ¿cómo te fue? – preguntó María.

- La verdad que bien, fue simple, un trámite más. Común y corriente, con la sencillez que imaginaba. Me hicieron unas preguntas, respondí todo de la mejor manera posible, completé una planilla con mis datos y bueno, me dijeron que eso era todo.

Dejé el saco colgado en el perchero, me desanude la corbata y me senté contra la ventana, en el sillón que trajo el abuelo de su casa cuando se mudó. Esperaba recostado el llamado a la mesa para comer, mirando los pájaros jugar en el patio. Era esa imagen la que me hacía recordar mis tardes en la plaza, corriendo por ahí con los chicos del barrio, o quizá los paseos de la mano del abuelo Pocho, que me acompañaba tantas tardes a darle de comer a las palomas de la fuente.

Como sabía que todavía faltaba para disfrutar de los ñoquis del 29, aproveché para viajar por los recuerdos en un sueño. Escuchando de fondo en un radio Spika un viejo vals me decía Borracho de pasión, / y ciego de querer, / se lanza a tu atracción / sin ver que más que un alma / en ti, mujer, hay un vals.” Me dormité por un rato. Los tangos seguían pasando por la radio, pero los oía allá en lo lejos, porque mi sueño estaba más cerca. Eran la música de fondo que acompañaba a mis imágenes flotando en el viento. Y ahí me di cuenta que nada está tan lejos ni tan cercano como parece. Uno esta aquí y en el otro lado al mismo tiempo.

Así fue como de pronto iba corriendo hasta la puerta, ansioso por la llegada del tío de España. Tenía 8 años por ese entonces. Los pantalones cortos y la camisa blanca, gastada. Los zapatos lustrados, los tiradores marrones que habían sido de Aníbal y la vieja arreglo para mí, porque se podían seguir usando.

Ese día lo tengo muy presente, porque fue cuando tuve mi primer auto de juguete. El tío me lo trajo de su viaje. Era todo de madera, rojo con las ruedas bien pintadas en negro…

- ¡Julio! ¡Ya está todo en la mesa! Podés venir a comer. ¡Dejá de dormir que después la noche se te hace larga! -.

Me rompió la ilusión de regresar 17 años atrás. La ilusión de volver al abril de 1946. Con ese grito me despertó y mi auto quedó olvidado en el piso del zaguán.

Sentado en la mesa, estaba listo para comer. María me sirvió un poco de ñoquis.

-¿Querés una presa de pollo? Hoy Doña Josefa me pidió que le diera una mano para correr la cama de su pieza, y viste como es ella, pobre… si no querés recibir lo que te da por ayudarla, se enoja. Me dio un pollo que andaba atrás, en el gallinero.

Mientras comía no podía dejar de pensar en ese recuerdo que había tenido en el sillón. Hace tantos años que no veo el auto rojo, que quedó con una rueda menos. Hacía tanto que no lo tenía presente.

Cuando terminé el almuerzo me fui otra vez al sillón, para reencontrarme con mi baúl imaginario lleno de recuerdos. Pensaba que hay cosas que te hacen más querendón. Hay momentos en la vida que te hacen valoras ciertos detalles, y yo veía que tantas tardes vacías, habían quedado vacías por mi simple inactividad y por la falta de mi auto rojo.

Volví a jugar a las baldosas rotas. Me embarré, mamá me puso cara fea y el viejo me regañó. Entré a la casa otra vez, porque ya era tarde y teníamos que cenar. Papá, Mamá, Aníbal, el auto y yo. No quería soltarlo por nada, me acompañaba a todos lados. Pero de golpe, el auto se escapó de mi falda, papá se enojó mucho. Mientras se comía no se hablaba, no se jugaba, sólo se comía. Me agarró el auto, lo metió en su bolsillo y se fue. No volví a verlo más. El auto de madera se fue para siempre.

- Papá, papá. ¡Mirá lo que me dio el abuelo recién! ¡Mi primer auto, papá! -.

- ¿A ver hijo? ¿Qué pasó? Estaba descansando en el sillón, ¿no te diste cuenta? -.

El auto de madera, ese que me alegro años atrás estaba de nuevo en casa, pero ya no era mío. Pablito, mi hijo, era su nuevo dueño. Seguía igual, sin esa rueda y con el barro de ayer. Levanté la mirada. Lo vi a papá orgulloso, feliz, contento, mirándome con ternura. Y a Pablito también.

- Mientras se come no se habla, no se juega, sólo se come – me dijo.

viernes, 15 de enero de 2010

Adiós a un grande




Yo pensaba no volver hasta Marzo a publicar nada, pero la verdad es que el tiempo "de vacaciones" tuvo que ser interrumpido bruscamente por un hecho del que todavía no puedo caer, y del que nunca voy a poder olvidarme. Este 13 de enero casi llegando a las 18hs. recibí un llamado telefónico que no hubiera querido recibir jamás. En ese llamado me daban la difícil, dura y horrible noticia de que mi primo de 41 años, al cual yo admiraba y quería mucho, había sufrido un accidente de tránsito con su moto, entre Balcarce y Mar del Plata. Lamentablemente el impacto contra una camión le provocó la muerte instantáneamente.
Hoy quiero rendirle un mínimo homenaje, volcando las pocas palabras que me salen, porque no había palabras para él. Era un grande y un héroe de verdad, aunque los héroes no existan. Y la mayoría de la gente que lo rodeaba o que lo conocía pensaba lo mismo; porque él sólo, con esfuerzo, garra, pasión, pero por sobre todo mucha esperanza y perseverancia había alcanzado lo que se proponía, lo que deseaba, lo que siempre quería tener.
Por ser un luchador incansable e interminable que nos dejó mucho a todos los que lo pudimos disfrutar, quise escribir estas pocas palabras.

Sin despedirte de nosotros te nos fuiste así de repente. Nosotros tuvimos unas horas para decirte Adiós, pero vos no podías respondernos. Te nos fuiste campeón.
Hay un vacío muy grande en todos, porque EL RAYO está en el cielo y no vuelve a la tierra, a descargar toda su energía, esa energía que nos enchufaba a todos.
No pudiste volver a decir “Me como el viento” pero lo pudiste disfrutar por última vez y terminar feliz, disfrutando una de tus grandes pasiones. Todavía estás entre nosotros y lo vas a estar por siempre, porque es imposible creer que no vas a volver. Es imposible sentir que los domingos que vienen no podremos prender el televisor y ver pasar tu Focus negro y naranja, ese que nos hizo festejar tantas veces! Queríamos seguir comiendo asados con vos, pollos a la parrilla con tu salsa de mostaza tan rica, riendo todo el momento con tus anécdotas y chistes, y sentir el rugido de los motores acelerando.
Te fuiste campeón, quizá a acompañar a tu viejo, que te esperaba allá arriba para conversar y retarte como más de una vez, pero nos dejaste con un sabor amargo, a todos acá abajo.
Esa puta moto, esa que a vos te encantaba, (y a todos nos gustaba) pero nos daba miedo. Esa que te permitía acelerar debajo de un auto de carrera y te dejaba comerte el viento.
Esa que lograste tener después de tanto tiempo.
Fue esa misma moto la que te llevó lejos de nosotros, toda tu familia. Lejos de Lauti y de Yasmín, Mari y tu mamá.
Aceleraste hacia otro lugar, pero demasiado rato. Tenías mucho para hacer acá y mucho para seguir compartiendo.
Ariel, Rayo, Campeón, Negro. Muchas formas para llamarte, pero todas significaban lo mismo: el mismo Ariel Divito, esa persona increíble que afortunadamente era mi primo.
Te digo hasta siempre y sólo espero que nos acompañes desde arriba a todos los que te queríamos tanto, pero aun más a tus nenes, que tienen toda la vida por delante y la tienen que enfrentar solitos. También a Mari, para que guíe a Lautaro y a Yasmín y no baje los brazos, luche y siga adelante con toda la fuerza del mundo.

¡Hasta siempre querido campeón!

"Llueve, ahora estas en otro lugar
descansando en paz
pero sabes bien no te voy a olvidar
voy a conservar tu amor hasta el final"


Que descanses en paz…

Tu primo Juan.

sábado, 9 de enero de 2010




Porque el verano a mi “me afecta” (aunque en distintas etapas del año también me veo afectado por determinadas cosas) y no estoy inspirado para escribir cosas interesantes, cierro por vacaciones hasta Marzo (?). Mes en que volveré a la rutina, a los horarios de anormales de la Universidad, a las clases de la Catu… Ah! No! Este año noooo!! (ya estaba pensando en hacer Gramática I otra vez más), actividades extra, los días más cortos… pero bueno, todo eso empezará dentro de 2 meses. Por ahora me voy a dedicar a hacer deporte (cuack), seguir chapoteando en el tanque aunque llueva, descansar en la inmensidad del campo (de a ratos, sólo cuando a mi viejo no se le ocurra que tenga que hacer algo) y a hacer alguna pequeña escapadita para algún lado, si es que puedo.

Gente linda, los tenía abandonados…y los voy a seguir dejando solos.

Abrazos larga distancia (por suerte todavía no salen más caros).

Besos por encomienda!

Hasta la vuelta!

sábado, 26 de septiembre de 2009

LOS NADIES


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

EDUARDO GALEANO (El Libro de los Abrazos)

viernes, 18 de septiembre de 2009

El cuento


Inundaba la cocina un olor a pan casero. Tres platos sobre la mesa invitaban a almorzar. Y dos manos laboriosas emblanquecidas de harina, trajinaban diligentes en el seno del hogar.
Llegó el hombre desde el campo con media jornada a cuesta, saludó a su compañera en amoroso ademán, y al buscar la frente hermosa del hijo que tanto amaba, el beso que le ofrecía se le quedó en un afán.
Porque el niño de 10 años, que era un canto de alegría, como flor de buenas noches con su blanco delantal, con un velo de tristeza empañando sus pupilas, esquivó la cabeza cuando él lo quiso besar.
Quedó el hombre sorprendido ante el hecho inesperado y buscando una respuesta con un gesto paternal, olvidando su cansancio lo sentó sobre su falda e inquiriole dulcemente la causa de su pesar.
Entonces el niño bueno, que siempre fue su esperanza, su desvelo, su fatiga y el sol de su despertar, respondió con voz quebrada, casi al borde del sollozo: “EN LA ESCUELA ME DIJERON QUE VOS NO SOS MI PAPÁ”...
Una ronda de silencio giró en torno de la mesa.
Un padre busca palabras difíciles de encontrar, y una madre en la cocina aviva la leña verde como culpándolo al humo que la está haciendo llorar.
Después de un hondo mutismo, frente el niño compungido, dijo el hombre emocionado pero con firme expresar:
- Te voy a contar un cuento que nunca conté en tu cuna, porque este cuento, hijo mío, es un cuento de verdad-.
Hace ya más de 10 años al llegar la primavera, el amor te hizo semilla en el vientre de mamá, que amaba a un muchacho pobre, el mejor de mis amigos, pero honrado en su pobreza y bueno como el que más. Esperando tu llegada hicieron junta enseguida al abrigo de un ranchito como nido de torcaz. Aunque escaseaba el trabajo, a fuerza de changa y besos, le hicieron frente a la vida con la fe del que es capaz.
El tiempo siguió su marcha y fue gastando las lunas. Ya estaba tu savia nueva de la vida en el umbral, cuando a la humilde morada que cobijaba sus sueños, la entro a cercar la Miseria con su triste realidad.
No tenía tu pobre madre ni un pedazo de pan duro que alimenten sus pezones cuando quisieras mamar. Un trasto desvencijado te habría de servir de cuna, y un poncho deshilachado sería tu soñado ajuar.
Entonces el mozo bueno, como ultima esperanza, salió a reclamarle al mundo la Justicia y la Igualdad. Un trabajo que lo honrara como padre y como hombre, para poder criar al hijo con orgullo y dignidad.
Golpeó sin respuestas en las más ricas estancias. Pidió arreo a los señores que apuñan un dineral. Y a las puertas del gobierno les golpeó el cedro lustroso sin hallar quién lo cuarteara en su cansado bregar.
Entonces desesperado, una tarde desgraciada, al pagador de una estancia que emboscó en un fachinal, le arrebató los salarios, y al resistirse el viajero, el facón del infortunio lo convirtió en criminal.
Con su acallado delito, llegó esa noche a la casa con las maletas cargadas de ropita sin usar, y en el hueco de sus manos, como a un sagrado tesoro, para el hambre de tu madre la providencia del Pan.
Por el hecho la justicia tomó cartas en el caso, y justo la madruga que el mundo te vio llegar, como a un tigre acorralado defendiendo su guarida… lo mató la policía al no quererse entregar.
- Yo lo tuve entre mis brazos casi cuando agonizaba, y en su ultimo suspiro me pidió en su balbucear, que para salvar tu honra me casara con tu madre y te criara como a un hijo sin decirte la verdad. Con tu madre desdichada, cumplimos el juramento, y desde entonces este rancho es de los tres el hogar, donde vas creciendo fuerte al amparo de mis brazos y mi Nombre y Apellido es mi mayor capital -.
Alzó el niño la cabeza después de escuchar el cuento, y abrazándolo con fuerza que sus 10 años le dan, gritó lleno de alegría:
- ¡Ya no llores más, mamita! En la escuela no sabían que yo tuve... DOS papás! -.