viernes, 18 de septiembre de 2009

El cuento


Inundaba la cocina un olor a pan casero. Tres platos sobre la mesa invitaban a almorzar. Y dos manos laboriosas emblanquecidas de harina, trajinaban diligentes en el seno del hogar.
Llegó el hombre desde el campo con media jornada a cuesta, saludó a su compañera en amoroso ademán, y al buscar la frente hermosa del hijo que tanto amaba, el beso que le ofrecía se le quedó en un afán.
Porque el niño de 10 años, que era un canto de alegría, como flor de buenas noches con su blanco delantal, con un velo de tristeza empañando sus pupilas, esquivó la cabeza cuando él lo quiso besar.
Quedó el hombre sorprendido ante el hecho inesperado y buscando una respuesta con un gesto paternal, olvidando su cansancio lo sentó sobre su falda e inquiriole dulcemente la causa de su pesar.
Entonces el niño bueno, que siempre fue su esperanza, su desvelo, su fatiga y el sol de su despertar, respondió con voz quebrada, casi al borde del sollozo: “EN LA ESCUELA ME DIJERON QUE VOS NO SOS MI PAPÁ”...
Una ronda de silencio giró en torno de la mesa.
Un padre busca palabras difíciles de encontrar, y una madre en la cocina aviva la leña verde como culpándolo al humo que la está haciendo llorar.
Después de un hondo mutismo, frente el niño compungido, dijo el hombre emocionado pero con firme expresar:
- Te voy a contar un cuento que nunca conté en tu cuna, porque este cuento, hijo mío, es un cuento de verdad-.
Hace ya más de 10 años al llegar la primavera, el amor te hizo semilla en el vientre de mamá, que amaba a un muchacho pobre, el mejor de mis amigos, pero honrado en su pobreza y bueno como el que más. Esperando tu llegada hicieron junta enseguida al abrigo de un ranchito como nido de torcaz. Aunque escaseaba el trabajo, a fuerza de changa y besos, le hicieron frente a la vida con la fe del que es capaz.
El tiempo siguió su marcha y fue gastando las lunas. Ya estaba tu savia nueva de la vida en el umbral, cuando a la humilde morada que cobijaba sus sueños, la entro a cercar la Miseria con su triste realidad.
No tenía tu pobre madre ni un pedazo de pan duro que alimenten sus pezones cuando quisieras mamar. Un trasto desvencijado te habría de servir de cuna, y un poncho deshilachado sería tu soñado ajuar.
Entonces el mozo bueno, como ultima esperanza, salió a reclamarle al mundo la Justicia y la Igualdad. Un trabajo que lo honrara como padre y como hombre, para poder criar al hijo con orgullo y dignidad.
Golpeó sin respuestas en las más ricas estancias. Pidió arreo a los señores que apuñan un dineral. Y a las puertas del gobierno les golpeó el cedro lustroso sin hallar quién lo cuarteara en su cansado bregar.
Entonces desesperado, una tarde desgraciada, al pagador de una estancia que emboscó en un fachinal, le arrebató los salarios, y al resistirse el viajero, el facón del infortunio lo convirtió en criminal.
Con su acallado delito, llegó esa noche a la casa con las maletas cargadas de ropita sin usar, y en el hueco de sus manos, como a un sagrado tesoro, para el hambre de tu madre la providencia del Pan.
Por el hecho la justicia tomó cartas en el caso, y justo la madruga que el mundo te vio llegar, como a un tigre acorralado defendiendo su guarida… lo mató la policía al no quererse entregar.
- Yo lo tuve entre mis brazos casi cuando agonizaba, y en su ultimo suspiro me pidió en su balbucear, que para salvar tu honra me casara con tu madre y te criara como a un hijo sin decirte la verdad. Con tu madre desdichada, cumplimos el juramento, y desde entonces este rancho es de los tres el hogar, donde vas creciendo fuerte al amparo de mis brazos y mi Nombre y Apellido es mi mayor capital -.
Alzó el niño la cabeza después de escuchar el cuento, y abrazándolo con fuerza que sus 10 años le dan, gritó lleno de alegría:
- ¡Ya no llores más, mamita! En la escuela no sabían que yo tuve... DOS papás! -.

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